• May 3rd, 2024
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El Precio del Viaje de un Emigrante: Estafado por un Traficante


Photo: AdobeStock A small border shelter offers migrants a temporary place to stay while awaiting the U.S. immigration process..

 

Por Karen Gutiérrez

 

Los ojos de un migrante reflejan años de lucha, sufrimiento, dolor y en el fondo un poco de esperanza. Cuentan en silencio las duras y difíciles experiencias que tuvieron que vivir para cumplir sus sueños, enfrentándose desde antes de llegar a su destino a circunstancias muy difíciles en la que pudieron perder su bien más preciado: la vida.

 

*Josue, quien en sus ojos refleja el dolor y el sufrimiento por el que pasó, es un salvadoreño que tuvo que dejar atrás sus costumbres, sus pocas pertenencias y los sueños en su país, al tomar la decisión de emigrar a otro en la búsqueda de un mejor futuro para su esposa y su pequeño hijo.

 

Foto: AdobeStock Una valla en la frontera entre Estados Unidos y México.

Me ha contado la travesía que han tenido que vivir para lograr lo que muchos llaman “el sueño americano”, ese que como él dice –se trabaja duro pero hay prosperidad y oportunidades. Todo empieza en el Salvador, un país latinoamericano, en donde el trabajo es escaso, la gente lucha por salir adelante, estudia, se prepara, pero las oportunidades laborales y los ingresos económicos difícilmente permiten que una familia pueda cumplir sus sueños y vivir dignamente.

 

Empezó la universidad y para poder pagar sus estudios necesitaba trabajar, pero era imposible hacer las dos cosas al tiempo, entonces abandonó su sueño de convertirse en un profesional para poder sobrevivir económicamente. Vivía con su familia en una casa arrendada en el Salvador y ganaba aproximadamente 350 dólares, con ese dinero tenía que pagar, comida, renta, servicios, y transporte. Sintiéndose estancado, sin opciones para mejorar sus ingresos, sin posibilidad de tener vivienda propia pues buscaron acceder a una y su condición socioeconómica los dejó por fuera de la calificación requerida, sin mejores oportunidades laborales y con el sueño de darle un mejor futuro a su hijo, decide empezar la búsqueda para migrar. Estados Unidos fue su primer y única opción pues la mayor parte de sus conocidos que como él dice -vivían bien- tenían familiares que estaban ahí y enviaban dinero para ayudarlos o también otros habían trabajado por años allí y se habían devuelto al Salvador a emprender con sus ahorros.

 

Tocó puertas y muchos se las cerraron, pues eran tres personas y nadie quería ayudarles. Un día la hermana de su esposa, que vive indocumentada en Estados Unidos, decide traerse a su hijo de 21 años pero no quería que viajara solo así que le propone a Josue y a su esposa que lo lleven, ella les va a prestar el dinero que necesiten para poder viajar juntos, pues en las averiguaciones que él hace se entera que están cobrando por pasar la frontera ilegalmente más de 10.000 dólares por persona. Con un manojo de sueños e ilusiones de un mejor futuro acepta la propuesta y emprende el viaje.

 

Lo llaman al teléfono los traficantes de personas o “coyotes”.

 

“Agarra un bus o camión que te va a pasar la frontera del Salvador y vas a pasar a hasta Tecún Umán que es la frontera de Guatemala con México, ahí los voy a estar esperando yo”, le dijeron.

 

Emprende el viaje con su familia y su sobrino, ya en Tecún Umán, Guatemala, una señora se presentó, los subió a una bicicleta con asientos adelante y los llevó a una casa.

 

“Mañana nos pasan, salimos a las 5:00 am, vamos a pasar un rio así que prepárense, yo me voy a ir aparte, ustedes van a cruzar con este señor (el coyote)”, le dijeron.

 

Los ojos de un migrante reflejan años de lucha, sufrimiento, dolor y en el fondo un poco de esperanza.

 

Al siguiente día se levantan muy temprano, según Josue los hacen caminar muy rápido y luego pasar el rio en una balsa, por aproximadamente 500 metros. Al otro lado los esperaban unos jóvenes en dos motos.

 

“Su esposa y usted se suben en esta moto y su hijo con su sobrino en la otra moto”, explicaron y se los llevan aparte para despistar los retenes.

 

Josue relata el miedo que sintió en ese momento al separarse de su hijo, pues conocía muchas historias en donde los niños eran abusados física y sexualmente por los traficantes de personas, así que por el tiempo que duro el recorrido en la motocicleta el miedo se apoderó de sus pensamientos.

 

Los jóvenes los llevaron a Chiapas donde tuvieron que esperar siete días para que les indicaran cuando era el momento adecuado para poder subir hasta la frontera. Josue hasta el momento se siente afortunado porque pudo ir con su familia completa y no les pasó nada, menciona que los tratos fueron buenos, pero no les dieron comida. Tuvo que vender antes de partir todas las cosas materiales que tenía en el Salvador para poder llevar dinero escondido en caso de presentarse alguna emergencia o suplir las necesidades alimenticias de su pequeño hijo y su esposa.

 

Pasados siete días los llama el traficante de personas.

 

“Van a partir, pero si los retienen no pueden hablar de nosotros, no se vayan afligir si esto pasa, va a tomar más tiempo pero igual van a llegar a la frontera”, dijeron.

 

Al siguiente día los suben a un bus que los llevaría directo a Ciudad de México. Josue relata que esa noche cae una fuerte tormenta que no permite a migración hacer los retenes rutinarios, aproximadamente veinte en todo el trayecto, dijo.

 

Los detienen tres veces para inspeccionar el vehículo y por instrucción del traficante ellos debían hacerse los dormidos para que no les hicieran preguntas sobre su estatus migratorio, pero en una de estas paradas no corrieron con la misma suerte, un oficial le preguntó a Josue quien iba en la fila del pasillo.

 

“¿Originario?” preguntó el agente.

 

“No tengo identificación,” respondió Josué.

 

El oficial continúa su inspección y al finalizar les pide que tomen sus cosas y se bajen del bus. “Yo creí que nos iba a detener”, dijo Josue, pero el oficial le pide al conductor del bus que espere. En medio de la inspección el oficial hace preguntas.

 

“¿Qué pasó porque el coyote no se bajó con ustedes si todo ya estaba arreglado, ahora cómo vamos a arreglar nosotros?” preguntó el oficial.

 

“Dígame usted”, respondió Josue.

 

Le pide 1000 pesos mexicanos por persona para dejarlos subir nuevamente al bus. Con lo poco que le quedaba entrega los 4000 pesos mexicanos y continúan su trayecto. Para él es una fortuna que solo les ahí pidieron identificación, pues considera que de no ser así los hubieran seguido extorsionando hasta llegar a la frontera.

 

Llegan a Ciudad de México con los traficantes.

 

“Tranquilos que lo más difícil es allá atrás, de aquí hasta la frontera solo hay un retén y lo pasaremos a la madrugada para no toparnos con migración”, le dijeron.

 

En ese retén bajan solo a Josue, su esposa estaba con el niño dentro del bus, le inspeccionan la maleta, lo requisan y un soldado lo vuelve a subir.

 

Después de diecisiete días atravesando el Salvador, Guatemala y México llegan a Matamoros, Tamahulipa, frontera de México con Estados Unidos y los “Coyotes’’ los dejan ahí.

 

“Caminen derecho y ahí encuentran la frontera, nosotros nos vamos”, les dijeron.

 

Josue considera que fueron estafados porque normalmente a la gente la pasan por el rio y la cruzan todo el desierto, pero a ellos los dejaron en medio de la nada con un niño de 5 años, su esposa y su sobrino. Sin saber qué hacer Josue empieza a caminar con su familia hacia la frontera y se topa con un hombre, les pide que se acerquen, ellos con miedo empiezan a hablar con él.

 

“Si quieren pasar tienen que llevar la prueba del COVID y ahí en esa fila la sacan los gringos, solo dame algo para los frescos,” dijo.

 

Le da algo del poco dinero que le quedaba y se va para el lugar a hacer una larga fila que les tomo hasta el siguiente día sin poder comer, en la misma estaba una organización de abogados de inmigración.

 

“¿Para qué la gente hace esta fila?”, preguntó Josue.

 

Ellos le aclaran que no sacan la prueba COVID en dicha fila, debían ir primero a migración, presentarse para poder entrar al país, exponer su caso y así lo hicieron. Los enviaron para un albergue que apoya a los migrantes que intentan cruzar la frontera mientras su caso es procesado.

 

Estuvieron en este lugar dos meses esperando una respuesta, viendo ir y venir a muchas familias con casos y sueños similares, comiendo solo dos veces al día pues era lo que el albergue les proporcionaba, sin poder trabajar, tuvo que recurrir a sus familiares del Salvador para que los ayudaran a suplir sus necesidades económicas temporalmente. Un día cuando sus esperanzas estaban cayendo, la depresión ya era parte de sus vidas, su esposa con tanto estrés empieza a perder su cabello y su hijo, al que para poderlo traerlo le dijeron que lo iban a llevar a DisneyWorld y tenía esta ilusión, solo quería volver a su casa y no seguir viviendo en estas difíciles condiciones; los llama su abogado para decirles que pueden entrar y pelear su caso en EE.UU, sus emociones salieron a flor de piel y sintieron que su destino empezaría a mejorar.

 

El permiso para entrar a EE.UU estaba en sus manos, tomaron un bus hasta Texas, ahí llamaron a la hermana de su esposa y le pidieron ayuda para poder viajar hasta donde ella vivía, toman un vuelo y llegan a Denver, Colorado. Josue aún recuerda su primer día, llegó a la casa de su cuñada dio un respiro y se sintió aliviado por poner a su familia a salvo después de esta larga travesía.

 

El camino no ha sido fácil para él y su familia, aún no se han adaptado a los climas extremos y las noches heladas y continúan esperando resolver su estatus migratorio. Él trabaja en 2 lugares, su primer trabajo empieza desde las 3:00 am hasta las 11:30 am y continua en otro desde las 12:00 pm sin hora fija de salida. Tiene muchos días en los que siente que pierde sus fuerzas, que no es capaz de levantarse pero la renta, los bills, la comida y la deuda que tiene con la hermana de su esposa que supera los 14.000 dólares con intereses del doble, hace que se levante todos los días a luchar por su familia. Su esposa, quien ahora esta embarazada, está buscando trabajo para ayudarle económicamente, con la única esperanza de poder pagar todas sus deudas, vivir mejor en unos años y finalmente pero no menos importante: cumplirle el sueño a su hijo de ver a Mickey Mouse en Disney Orlando FL.

 

*El nombre que aparece en este artículo ha sido modificado para proteger su identidad.

 

 

Karen Gutiérrez es periodista en Colorado.

 

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