En octubre de 2014, la vida de David Torres tomó un desvío doloroso cuando un desconocido con una corbata bolo, botas vaqueras y un sombrero de ala ancha entró en su sala en el vecindario de Elyria en Denver y anunció: “Nos vamos a apoderar de tu casa”.
El terreno de la familia, ubicado en una esquina, era una excelente propiedad para la expansión del anticuado Complejo Nacional del Oeste (National Western Complex), y Denver tenía la intención de apoderarse de la propiedad privada bajo su poder de expropiación, de ser necesario. El hombre vestido de vaquero informándole a Torres de la decisión era Kelly Leid, ex director ejecutivo de la Oficina del Complejo Nacional del Oeste de la alcaldía. Su mensaje era que la familia necesitaba empacar sus vidas y pertenencias y salirse antes que llegaran las máquinas niveladoras de la ciudad.
“Tuve ganas de llorar. Mi madre estaba en estado de confusión”, recuerda Torres, de 31 años, el hijo menor de Rose y Salvador Torres, quienes compraron la casa en 1987. “Era la casa donde crecimos”. Aunque mucho más se habló ese día, Torres dijo que el apoderamiento público es lo que más se quedó en la memoria de los presentes.

A partir de ese momento, Torres vivió tres años llenos de estrés durante los cuales puso su vida en pausa.
“Me convertí en una persona muy irritable. No podía dormir”, Torres dijo. Redujo sus horas de trabajo para lidiar con la planificación, empacar, buscar casa y las montañas de documentos que recibían de la ciudad. Él y su madre se unieron a un grupo de alrededor de 350 personas forzosamente desplazadas de los vecindarios de Elyria y Swansea en el nordeste de Denver para hacer espacio para un proyecto masivo de revitalización y aburguesamiento (gentrification), del cual el Complejo Nacional del Oeste es tan solo una parte.
La historia de Torres refleja una narrativa conocida en las ciudades de Estados Unidos, desde Portland, Oregón hasta Brooklyn, Nueva York, en donde vecindarios más antiguos y tradicionalmente marginados están atravesando por cambios significativos. En algunos casos, la razón principal es la renovación o expansión de infraestructura aparentemente pública, como este proyecto en Denver. Sin embargo, tal transformación también con frecuencia se debe a la demanda en aumento entre recién llegados más adinerados, en su mayoría blancos, de viviendas en vecindarios urbanos modernos. De cualquier manera, el proceso con frecuencia resulta en residentes establecidos por mucho tiempo, en su mayoría gente de color, viéndose forzados a dejar sus hogares y comunidades.
“No queríamos dejar nuestra casa y nuestro vecindario. Lloro cada vez que pienso en eso”.
Rose Torres
Leid dijo que no estaba deseando compartir las noticias, pero que había elegido visitar en persona los 38 hogares y negocios desplazados por la remodelación del Complejo. “Creo que es una obligación como funcionario público presentarse ante de las personas y tener esas conversaciones difíciles”, explicó.
Leid dijo que su enfoque era en el mensaje, que incluyó “las reglas del juego que íbamos a usar”. No recuerda sus palabras y la manera que Torres describió.
“No, nunca usé ese tono”, Leid dijo. “Ciertamente siento que fui directo y franco con las personas, y si eso se entendió como que fui duro, esa realmente no fue mi intención. No fue fácil asistir a esas reuniones”.
Las respuestas físicas y emocionales de Torres hacia el desplazamiento no son inusuales. Un informe publicado en 2014 por el grupo Just Cause de defensa comunitaria y el Departamento de Salud Pública del Condado de Alameda en California dijo que el aburguesamiento tiene consecuencias serias en la salud pública que pueden dañar el bienestar físico y psicológico de la persona desplazada.
“El aburguesamiento resulta en el desplazamiento, el cual causa estrés en las personas, lo cual puede empeorar condiciones de salud existentes como la presión arterial alta y las enfermedades cardíacas”, dijo el Dr. Muntu Davis, un doctor y director del departamento de salud pública del Condado de Alameda. La carga emocional puede incluir trastornos del sueño, ansiedad, depresión y otras condiciones, agregó.
La casa de la familia Torres es una de 111 propiedades residenciales y comerciales que se nivelarán en el nordeste de Denver: 38 a manos de la ciudad, 73 a manos del estado, según las cifras del Departamento de Transporte de Colorado (CDOT, por sus siglas en inglés) y el Complejo Nacional del Oeste. Estas propiedades incluyen el Colonial Manor Motel en East 46th Avenue, cuyos clientes son en su mayoría gente de bajos ingresos, según el gerente durante el día Yong Huh.
Los desplazamientos forzosos son parte de un esfuerzo ambicioso para reinventar y agrandar el Complejo Nacional del Oeste, un vestigio de 112 años que representa el antiguo Viejo Oeste en Denver; reconstruir una parte cercana de la carretera interestatal 70 (I-70); y, agregar vías y estaciones para el tren ligero en los vecindarios de Elyria y Swansea. Mientras que los proyectos son diferentes, la Ciudad de Denver, el Estado de Colorado y el Distrito de Transporte Regional se están asociando en la programación, monitorización de la contaminación, los cierres de calles y otros detalles.
Sin importar cómo se use el área en el nordeste de Denver en el futuro, los habitantes de Elyria y Swansea están sintiendo el impacto. Candi Cdebaca, una líder comunitaria e integrante de la cuarta generación de su familia en residir en Swansea, ha sido testigo directo de los efectos negativos en la salud que ocasionan los desplazamientos forzosos desde que los habitantes se enteraron de los planes de la ciudad para reurbanizar el área.
“El daño físico y psicológico del desplazamiento es real. Nadie parece entender la carga que conlleva lidiar con este nivel de estrés”, dijo Cdebaca, cuyos amigos cercanos han sido parte de aquellos forzados a dejar sus hogares.
Sin embargo, Davis dijo que no se opone al desarrollo o al aburguesamiento. “Hay cosas buenas que resultan de las comunidades con ingresos combinados”, Davis agregó. “A veces, las escuelas mejoran. Los supermercados empiezan a aparecer”.
“La parte negativa es cuando a las personas se las desplaza forzosamente”.
La mayoría de los estudios que conectan al desplazamiento con las inequidades en salud se han enfocado en los desplazamientos masivos causados por desastres naturales, como el huracán Katrina; o en los trastornos económicos, como la crisis financiera de 2008, cuando millones de personas perdieron sus hogares por ejecución hipotecaria (foreclosure). Mientras que el aburguesamiento ha sido un tema de investigación popular, sus efectos en las personas que desplaza no están tan bien documentados.
Dawn Godbolt, PhD, un investigador enfocado en la equidad en salud para la organización sin fines de lucro Global Policy Solutions con base en Washington D.C., cree que la verdadera cara del aburguesamiento se mantiene escondida del público debido a que no existen muchos datos sobre las personas desplazadas.
“Nadie les da seguimiento. Nadie conoce la historia de cómo terminaron esas familias”, Godbolt dijo.
Los funcionarios en Denver dicen que no están dándoles seguimiento a los residentes desplazados forzosamente en Elyria y Swansea, y no saben cuáles son los efectos en la salud. “Nuestro enfoque es hacer que las personas lleguen a donde quieren ir”, dijo Martinez de la oficina del alcalde para el Centro Nacional del Oeste. “Si necesitan servicios, deben decirnos”.
El día que la familia recibió la noticia de que su hogar se había declarado inhabitable para construir el nuevo Complejo Nacional del Oeste, Torres, su madre, sus hermanos y hermanas estaban de luto por su patriarca, quien había muerto dos semanas antes. Salvador Torres había comprado la casa victoriana de dos pisos 27 años antes, trabajó mucho para pagar la hipoteca completamente y era suya sin ningún tipo de gravamen al momento de su muerte. No era la ubicación perfecta, con un bulevar transitado y una carretera interestatal cercanos, y con el Complejo Nacional del Oeste justo enfrente, pero era su hogar.
“Hemos dicho que, si no se hubiera muerto antes que esto sucediera, este proceso lo hubiera matado”, David Torres dijo.
Quince años antes, Salvador Torres había perdido su negocio de reparaciones de automóviles en el cercano vecindario de Globeville debido a otro proyecto público de reurbanización para ampliar otra sección de I-70.
“Prácticamente hizo que el negocio de mi papá quebrara”, David Torres dijo. El negocio nunca se recuperó en su nueva ubicación, y su padre tuvo dificultades para mantener a su familia. La muerte de Salvador Torres a los 69 años fue debido a un ataque cardíaco, Torres dijo. Si los efectos de haber perdido su negocio tuvieron algo que ver con su muerte, su familia nunca lo sabrá.
Lo que sí saben es que Salvador Torres no hubiera cedido la casa de la familia sin haber luchado. David Torres decidió resistir los esfuerzos de la ciudad para reubicarlo a él y a su madre a un suburbio adjunto o a las afueras de la ciudad. Querían quedarse en Denver, y su madre quería continuar pasando a buscar a sus nietos a la escuela cinco días por semana sin manejar grandes distancias en medio de mucho tráfico.
También se opusieron a los esfuerzos de la ciudad para adquirir su hogar histórico por $200,000, el cual su agente de bienes raíces Steve Kinney dijo que “no era remotamente apropiado ni justo”, dado que los precios de las propiedades en el área están aumentando mucho debido a los futuros proyectos de reurbanización.
Torres contrató a un abogado, enlistó la ayuda de Kinney y organizó un plan. Por meses y meses, no hubo casas en venta por el precio que buscaba; aquellas que sí estaban disponibles no se comparaban con el hogar de cuatro habitaciones y dos baños de su familia. Mientras tanto, Kinney batalló con la compañía encargada de manejar los desplazamientos por el poder de expropiación, para aumentar la tasación de la casa en concordancia con una tasación privada. (La URA paga para que los residentes hagan sus propias tasaciones.)
Esta primavera pasada, exhaustos por la dura experiencia y con la oferta final de la ciudad de $499,999 en mano, incluyendo gastos para la mudanza, Torres y su madre le entregaron con lágrimas en los ojos las llaves de su casa a la ciudad y compraron un bungalow de ladrillos en el vecindario de Whittier a pocas millas de distancia.
No se comparaba con su hogar histórico. Pero tuvieron suerte de encontrarla en un buen vecindario, dado el mercado de viviendas tan competitivo en Denver. Torres está cerca de su trabajo en la fábrica de Purina, y su madre está a solo tres millas de la escuela en donde pasa a buscar a sus nietos.
“No queríamos dejar nuestra casa y nuestro vecindario. Lloro cada vez que pienso en eso”, dijo Rose Torres, de 70 años, limpiándose las lágrimas mientras se apoya en el borde de la ventana en su nuevo comedor. “Es donde criamos a nuestros hijos. Guarda tantas memorias”. Rose Torres dijo que no puede imaginarse visitar los restos de su antiguo hogar, y está tratando de que le guste el nuevo.
La persistencia de David Torres no se dio sin un costo importante. Ahora tiene una hipoteca y está aumentando sus horas de trabajo a 60 horas por semana para cubrir sus gastos. Sin embargo, ya no se siente tan irritable ni estresado, y está durmiendo más.
“Solo quiero bloquear esa parte de mi vida. Ha sido muy dolorosa”, dice. “Sin duda le robó años a mi vida”.
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Julia C. Martínez es una Escritor/Periodista en Denver, Colorado. Reproducido con permiso de The Colorado Trust (www.coloradotrust.org).
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